lunes, 9 de enero de 2012

Prejuicio

Me entero que lo han "resucitado", realmente no lo había leído. Ni qué decir que me ha gustado. Aquí dejo al "resucitado".

ROSA MONTERO
El negro

Estamos en el comedor estudiantil de una universidad alemana. Una alumna rubia e inequívocamente germana adquiere su bandeja con el menú en el mostrador del autoservicio y luego se sienta en una mesa. Entonces advierte que ha olvidado los cubiertos y vuelve a levantarse para cogerlos. Al regresar, descubre con estupor que un chico negro, probablemente subsahariano por su aspecto, se ha sentado en su lugar y está comiendo de su bandeja. De entrada, la muchacha se siente desconcertada y agredida; pero enseguida corrige su pensamiento y supone que el africano no está acostumbrado al sentido de la propiedad privada y de la intimidad del europeo, o incluso que quizá no disponga de dinero suficiente para pagarse la comida, aun siendo ésta barata para el elevado estándar de vida de nuestros ricos países. De modo que la chica decide sentarse frente al tipo y sonreírle amistosamente. A lo cual el africano contesta con otra blanca sonrisa. A continuación, la alemana comienza a comer de la bandeja intentando aparentar la mayor normalidad y compartiéndola con exquisita generosidad y cortesía con el chico negro. Y así, él se toma la ensalada, ella apura la sopa, ambos pinchan paritariamente del mismo plato de estofado hasta acabarlo y uno da cuenta del yogur y la otra de la pieza de fruta. Todo ello trufado de múltiples sonrisas educadas, tímidas por parte del muchacho, suavemente alentadoras y comprensivas por parte de ella. Acabado el almuerzo, la alemana se levanta en busca de un café. Y entonces descubre, en la mesa vecina detrás de ella, su propio abrigo colocado sobre el respaldo de una silla y una bandeja de comida intacta.

Dedico esta historia deliciosa, que además es auténtica, a todos aquellos españoles que, en el fondo, recelan de los inmigrantes y les consideran individuos inferiores. A todas esas personas que, aun bienintencionadas, les observan con condescendencia y paternalismo. Será mejor que nos libremos de los prejuicios o corremos el riesgo de hacer el mismo ridículo que la pobre alemana, que creía ser el colmo de la civilización mientras el africano, él sí inmensamente educado, la dejaba comer de su bandeja y tal vez pensaba: "Pero qué chiflados están los europeos".

Publicado en El País 17/05/2005

3 comentarios:

michelangelo dijo...

Asi es mujer, no se debe prejusgar a nadie por su raza ni por su apariencia, porque se puede hacer el ridiculo

marichuy dijo...

Qué gran relato de Rosa Montero, perfecta compañía para el film de Aki Kaurismäki, Le Havre. Aunque en este, al fin cuento de Hadas, la solidaridad y el humanismos se sobreponen a cualquier diferencia.

Un abrazo, Angeek

Mafalda dijo...

...

Jajajá.
Encanto de relato, mi Dama.

Creerás que a mi profe Samperio no le gusta Rosa Montero.
Dice que es un montaje femenino de Gabriel García Márquez.
Será el sereno pero a mi me gusta la española.
Hay una recompilación de cuentos: "Amantes y enemigos", en especial un cuento: Amor ciego.
Ojalá lo leas. Al final de ese relato dice: "El amor es una mentira, pero funciona...

Un abrazo mi Dama.

Mafalda